Hollywood ha entrado en el mundo de los cuentos desde hace algún tiempo.
Bueno, todos conocíamos las mil y una versiones de la cenicienta que se han hecho. Especialmente
las de Disney Channel. Pero el gran boom llegó con Blancanieves y series como "Érase una vez" y "Grimm". Ahora nos hemos olvidado un poco del tema, por el momento. Hace no mucho que Maléfica y la más reciente Cenicienta pasaron por los cines. Ahora se estrena Pan, ya aparecen tráileres sobre el nuevo Libro de la selva y todavía se rumorea que Hollywood va a sacar versiones en persona de La sirenita, La Bella y la Bestia, Hansel y Gretel y Alicia a través del espejo.
Pero uno se pregunta: ¿realmente vale la pena? ¿Qué hay de especial en todos esos cuentos y leyendas? ¿Qué tienen de mágico? Después de todo, los mensajes de muchas pueden haber pasado de moda, ¿no? Es decir, ¿quién desea esperar a que un príncipe perfecto le salve de las manos de su opresora familia, o dragón, o lo que sea? ¿Solo si eres hermosa, el cazador te perdonará la vida, o el príncipe te despertará con un beso?
Es cierto que los cuentos han dado lugar a lemas francamente divertidos entre las mujeres:
"Los príncipes azules siempre acaban destiñendo", "hombres que se creen príncipes azules y no llegan ni a pitufos" o "¿Quién quiere un príncipe cuando se puede tener al lobo feroz?" Pero en ellos se ve claramente lo que las personas piensan de los cuentos al crecer: Que son infantiles y faltos de realismo.
No se debe olvidar que los cuentos no solían ser tan bondadosos cómo los que conocemos gracias a Disney y demás versiones de hoy en día: La Caperucita de Perault, era bastante seductora, dándole un matiz sexual a la historia.
Rapunzel concebía trillizos del príncipe antes de haberse casado con él. De hecho, era por los signos de embarazo que la bruja se percataba de que la niña la había engañado. Y el príncipe era arrojado contra unos espinos, perdiendo la vista y recuperándola solo al reencontrarse por fin con su amor.
Las hermanastras de Cenicienta se cortaban los pies para entrar en el zapato y acababan ciegas, sus ojos siendo picoteados por palomas.
A Blancanieves, ¡su madre!, y no su madrastra, intentaba matarla dos veces más antes de lograrlo a la tercera. Y no se salvaba por un apasionado beso de amor, sino porque uno de los enanos tropezaba y la hacía caer.
La bella durmiente tampoco se despertaba por un beso, sino al dar a luz a trillizos (menudo pervertido el príncipe) y para colmo descubría que el padre de las criaturas estaba casado con una princesa que intentaba matarla.
Y la princesa se negaba a besar al sapo y lo lanzaba contra una pared.