Hace más de diez años que publiqué mi primera novela corta con Chiado Editorial, en un proceso con muchos fallos y problemas de comunicación. La historia era divertida, pero escrita por una yo adolescente, recién salida del colegio y con poco ojo para la gramática y la ortografía española. En consecuencia, la obra final no era de mis mejores creaciones.
Durante estos años me ha dejado mal sabor de boca, el que este fuera el único libro que hubiese publicado hasta la fecha de forma oficial.
La editorial con la que lo publiqué, Chiado, ya no existe en España, pero el legado sigue.
Por eso decidí reeditarlo, una vez que, por caducar el contrato, recuperé los derechos de autor.
Me lo he pasado muy bien con esta revisión, en la que he cambiado contenido, añadido trama, perfilado personajes y, por supuesto, metido tantos chistes como se me ocurrían.
Así pues, por fin puedo presentaros una versión del libro de la que me siento orgullosa.
—¿Cari, has traído lo que te pedí?
Las palabras de su novia le trajeron algo de vuelta a la situación actual. Guille asintió, mostró su mochila y cuadro hombros, listo para la acción.
—Claro. ¿Cuál es el problema? ¿Dónde está el fuego? ¿Quién se ha muerto?
Mi respuesta fue monosilábica.
—Él —dije y me aparté a un lado, para que viera el cadáver.
Con tanta distracción ni siquiera se había fijado en él. Pero ahora, por fin lo vio.
—¡La leche! —Gritó. Retrocedió unos pasos, visiblemente asustado. Sin embargo, pronto la curiosidad hizo mella en él, e indeciso se acercó al yaciente—. ¿Está… está…? ¿De veras está muerto?
—No. Solo en descanso eterno.
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